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Cinco


Hay veces que quiero escribirte la carta más bonita del mundo y no me sale.

Pretendo que, al juntar todas las letras que vienen a mi mente, se cree una conjunción casi perfecta que te haga despertar de tu nube.

Hay veces que me presiono tanto para que mis palabras suenen melódicas que me olvido de lo que quiero decirte.

Hay veces que un "te quiero" bastaría.

Es lo que te resume. Es lo que te define. Es lo que hay.

Sí. Hoy es ese día especial del año que tanto me gusta celebrar en mi vida y tan triste me pone cuando hablamos de la tuya.

Ese día en el que si cierro los ojos me pasa por la mente toda tu muerte en tan sólo un segundo.

Ese día en el que quise decir hola pero todos sabíamos que era un adiós.

Ese día en el que por muchos calendarios que pasen, siempre estará tachado con una calavera gris.

Hoy. Esa triste noche en la que supe que ya nada sería lo que soñaba.

A esta hora más o menos, hace ya 5 años, me deshacía en lágrimas y berridos por tu ausencia aún presente abultando mi barriga.

Llamadas. Preguntas. Esperas.

Tanto avance medicinal para nada... Nada podía ya salvarte. Parece increíble que tanta tecnología sea diminuta ante la muerte.

Paro mi mente y me doy cuenta de que 365 días, multiplicados por 5, suman la friolera de 1825 puestas de sol en las que no has estado.

Naciste abrazada a la muerte y no nos dedicaste ni un suspiro. Solo trajiste silencio y dolor.

Con el tiempo recuperamos la voz y la alegría y el vacío que dejaste se fue llenando de ilusión, amor y propósitos en tu honor.

Hoy ya no dueles, Cora.

Aunque si algo tienen las heridas que fueron grandes es que puedes cerrar los ojos, trasladarte a la grieta y revivirla. Por suerte sabes que ya pasó, pero olerla de nuevo de tan cerca, asusta.

Siempre digo que tras la muerte de un hijo aparece LA NADA. Pero miento. Tras tu muerte vino EL TODO. El impacto fue tan grande que nos arrancó de cuajo las gafas de sol con las que mirábamos la vida, y lo oscuro se volvió claro.

Todo brillaba aunque fuera de tristeza.

La verdad era realidad y la mentira dejó de servir.

Gracias por ese regalo, Cora. Cuando llegaste solo podía apreciar muerte, y desconocía que la no-vida pudiera estar repleta de sorpresas.

Y es que los planes dejaron formar parte de nuestro día a día. Comprendimos que la vida viene como quiere y es mejor bailar a su son. Así es la única manera de poder ser la reina de la fiesta. Y a día de hoy, ya no quiero ser la niña que se siente fea y llora porque no la sacan a bailar. Danzo suene lo que suene. Es mejor cuando la melodía me gusta, pero les doy ritmo a mis zapatos y ellos me lo agradecen.

Aquí sigo, bailando aunque llueva y cada coreografía bonita, te la dedico, ya lo sabes.

Leo y oigo por ahí que la muerte de un hijo jamás se supera. Me duele que se diga eso.

Te cambia sí. Pero sentenciarte a estar de luto toda la vida me parece injusto. No sé si desde donde están nuestros niños se nos puede ver. Pero me gusta creer que sí, y no creo que ningún hijo sea feliz viendo a sus mamás/papás sufrir.

Y además "por su culpa".

No.

Me niego.

No dejaré que la muerte gane el pulso al que nos reta y nos arrebate la felicidad que es nuestra.

Yo también me moriré y no querré que los que se queden sean infelices solo porque me quieren.

Me quieren y les quiero, y si durante la vida mi deseo es que sean felices, ¿por qué iba a cambiar eso durante mi muerte?

Así que una vez más, insisto en recordarte que todas las cosas bonitas de mi vida, te las dedico Cora. Son mías y son tuyas. Así podemos seguir compartiendo cosas y nuestros recuerdos no se resumen en 7 meses carnales.

Tenemos toda una vida por delante, pequeña.

Juntas somos imparables.

Tú allí y yo aquí.

Prometo seguir haciendo crecer nuestra familia repleta de vida. Con las cosas buenas y con las que nos gustan menos.

Es un honor ser tu mamá y un placer que seas mi hija.

El tiempo no lo cura todo, pero si te permites dejar ir el dolor, verás cómo éste te ayuda a que todo se vea de tonos más suaves.

De qué color pintes todo lo que venga, ya depende de ti mismo.

Mil besos, mi princesa; puedes degustarlos todos hoy, en tu no-cumple, que mañana te envío más.

Nos vemos en sueños.

Con todo mi amor,

mamá.

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